DIVORCIARSE SIN LASTIMAR A LOS NIÑOS

EL PROBLEMA NO ES TANTO EL DIVORCIO COMO LA GUERRA   

El divorcio es difícil para los niños e inevitablemente va a doler, pero es algo superable. Cuando los padres se divorcian el niño puede experimentar mucha tristeza e incertidumbre, sentimientos normales por vivir un momento de separación en su familia, y se le puede ayudar a superarlos con relativa facilidad. Pero ser testigo de las guerras sin fin de sus padres sea juntos o separados, rebasa por completo sus herramientas mentales y emocionales, produce altas dosis de dolor, impotencia, angustia, ansiedad y culpa, que perjudican su desarrollo emocional, además de que pueden dejarlo enredado en conflictos que obstaculizan su crecimiento.

Algunas personas son capaces de terminar una relación de forma pacífica. Pero lo más probable es que las parejas conflictivas sigan en guerra aún separadas. Si además tienen hijos en común, es difícil que sus pleitos respeten la integridad del niño. Las parejas más conflictivas suelen usar incluso a los hijos como materia de pleito. Son parejas trenzadas en guerras sin fin, donde el niño utilizado sale perdiendo más que nadie. A veces, en esa guerra, el hijo termina perdiendo a ambos padres.

Si estás dentro o saliendo de una relación conflictiva y te interesa reducir dolores a los niños, te recomendamos lo siguiente:

  • Evita usarlo de teléfono: Mandar que lleve y traiga mensajes sobre asuntos delicados que necesitas informar a tu ex-pareja, es cargar al niño de una tensión constante e innecesaria. Tu hijo es persona, siente, los problemas tienen una carga de estrés y angustia que el niño soporta al pasar tus mensajes. El niño no está preparado para entrar en las complicaciones de la vida de pareja. Si necesitas tratar asuntos delicados, busca un mejor intermediario.

 

  • No te descargues hablándole mal del otro: Ante la frustración y el enojo de la separación, podemos tener el impulso de gritar a los cuatro vientos los errores del otro, incluso recitarlos frente a los hijos. Esto puede calmarte momentáneamente, pero generar heridas emocionales en el niño difíciles de sanar. Tu pareja podrá ser desagradable para ti, incluso podría parecer que es desagradable para el propio niño, pero aún así, es su padre o madre, es probable que lo ame y lo necesite, y por ello le lastimen tus palabras.

 

  • No le preguntes al niños sobre tus decisiones como pareja: Un niño no tiene la capacidad de comprender y menos de saber cómo arreglar una relación de adultos, mucho menos puede cargar con el peso de decidir situaciones tan complicadas. Si necesitas un consejo, elige a un adulto, un amigo, familiar o terapeuta, no tu hijo. La ansiedad que experimentas puede ser fuerte, pero si dejas el peso de las decisiones en tu relación conflictiva sobre tu hijo, su angustia será muchas veces mayor a la que tu experimentas.

 

  • Evita tenerlo en el terreno de la guerra: Puedes estar en una guerra encarnizada, pero aún así, por cariño a tus hijos, puedes escoger el terreno. No permitas que el espacio de tu hijo esté invadido por el conflicto. Guardar sin guerra los espacios donde está el niño,  significa respetar su derecho a crecer en paz.  Recuerda que tus problemas con tu pareja son problemas con tu pareja no de tus hijos.

 

  • Atender SU duelo: Tú te estás separando y una separación duele. Para el niño se está separando su familia, lo más importante, su mundo. Recuerda elegir momentos, cuando tu mismo estés tranquilo, para preguntarle cómo se siente, escucha y consuela lo más que puedas. Lo común es que los niños tengan miedo de que su propia relación con sus padres se rompa, que sientan culpa de haber hecho algo para ocasionar ese rompimiento. Un buen psicólogo puede apoyarte o apoyar a tu hijo en este proceso.

 

  • Atender TU propio duelo:  La separación, por más buena decisión que sea, puede ser dolorosa y confusa, no dudes en acercarte a un terapeuta, o mínimamente rodearte de amigos y familiares que realmente puedan apoyarte en esta situación. Descargar tus propios sentimientos con adultos que puedan escuchar, con los que puedas reflexionar sobre tus decisiones, puede reducir tu angustia y permitirte tranquilidad para atender a tus hijos.

 

  • Salvar los momentos de paz: a pesar de todo y con todo tu esfuerzo, procura momentos en que hagas a un lado tus grandes problemas de pareja para dedicarte únicamente a ser padre o madre. Intenta que el niño tenga momentos de sana convivencia y de juego. Ese sencillo acto puede confortarlo, apaciguar sus miedos y darle certidumbre. Si además eres capaz de respetar y permitir los momentos en que el niño convive en paz con su padre o madre, el trance de la separación se vuelve menos duro.

 

  • Mantén una agenda: Es importante que el niño pueda hablar sobre lo que sucede, y que se le apoye a comprender, eso ayudará a procesar de mejor manera la separación. Pero mientras tanto puede experimentar mucha incertidumbre. Establecer una agenda y seguirla, es una manera sencilla de que el niño tenga la certeza de lo que sigue, al menos en los aspectos más indispensables de la existencia. Trata de respetar los horarios de comida, de tareas sueño, pero sobre todo los momentos que pasará contigo. Esto puede reducir la ansiedad de los cambios.

 

  • La sanación de la separación: en este proceso de separación hay un mensaje que sanará a tu hijo de los dolores del rompimiento, es el mensaje de que cuenta contigo siempre, que pase lo que pase tú estarás para él, que las relaciones de pareja pueden romperse, pero es muy difícil que se rompa el vínculo y el amor que le tienes. Ayúdale a saber que la separación fue cosa de pareja, nada que tuviera que ver con él. Este mensaje no sólo debe decirse con palabras sino con actos, el mismo hecho seguir estos consejos por proteger a tu hijo, es una señal de que tu cariño por tus hijos va más allá de lo que sucede en tu vida de pareja.

 

Finalmente recuerda que la ruptura de una relación que no funciona, generalmente ocasionará dolor, eso no lo podrás evitar, son situaciones de la vida. Pero poner el cariño hacia el niño por encima de la guerra, es una muestra de amor que le ahorrará al niño mucho sufrimiento.

 

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LA PSICOTERAPIA COMO ACTIVISMO SOCIAL

Generalmente se entiende a la psicoterapia como un ejercicio apolítico, sin credo ni filiación. Nada más lejos de la realidad, ya que la psicoterapia desde su nacimiento ha representado también un inevitable posicionamiento socio-político-cultural y filosófico. Por ejemplo, decir que la mujer envidia el pene (Laplanche, 1996) es un posicionamiento cuasi político, explicarlo como una simple envidia, hacer una disertación de su conformación, y no observarlo como un hambre de equidad y reconocimiento de género, es una expresión del machismo que habita en el mismo marco cultural y de pensamiento de quien analiza ese fenómeno. Y ese es sólo un ejemplo. Otro más acorde a este artículo es el de la psicología norteamericana que ha influido fuertemente en la manera de hacer psicoterapia en México. En este sentido, algunos enfoques, o unos más marcados que otros, han priorizado la importancia del individuo como un sujeto prácticamente autosuficiente, y en su lado más extremo interpreta la necesidad de pertenencia a grupos como una dependencia. Tampoco queda libre de pecado aquella psicoterapia que aboga completamente por la formación de comunidad por encima de los intereses individuales.

Desde mi punto de vista, la psicología tiene en este momento una disyuntiva entre las fuerzas que apuntan hacia la individuación como única reina y señora de la salud, o la colectividad. Pero es una disyuntiva sólo en apariencia, porque tal vez se trata de dos pasos de lo que debería ser un mismo proceso. El fortalecimiento individual, o lograr que la persona pueda diferenciarse y reconocerse como alguien diferente y similar a los demás, es sólo el primer paso. La psicoterapia no puede culminar ahí, debe pasar por ese tramo, pero se corona en el logro del reconocimiento del otro como un igual, como “alguien” diferente, pero con igualdad en dignidad, con quien podemos y necesitamos aprender a convivir. Ni siquiera es posible construir una identidad sin la experiencia de uno mismo con otros (Berger, 1994), esto puede indicar que a veces la línea entre lo individual y lo colectivo no existe del todo, como si hubiera un limbo donde ambas confluyen y no es una sin la otra.

El enfoque sistémico dentro de la psicoterapia, ha aportado mucho a este respecto, aunque aún queda mucho por saber. La salud psíquica está inmersa en las relaciones que establecemos. Y, por otro lado, la trasformación social implica ejercer la individualidad tanto como aprender a ejercer la fuerza de la colectividad. Sabemos que tenemos un cerebro que es individual, pero de hecho hay quien consideran la existencia de un exo-cerebro (Bartra, 2007) y postula que las funciones mentales importantes se habilitan o potencializan sólo en los procesos de socialización.

Los problemas actuales de violencia en México entre otros tantos problemas en el mundo, así como la conexión mundial a través de nuevos sistemas de comunicación, requieren el trabajo en esta dialéctica: el fortalecimiento de la individualidad y de la colectividad.

El pensamiento autocrítico.

La mayoría de los enfoques en psicoterapia empujan hacia la formación o crecimiento de un pensamiento autocrítico, cuando el psicoterapeuta pregunta ¿Usted qué piensa? ¿Cómo ve tal situación? ¿Qué soluciones se le ocurren? Apunta hacia la reflexión sobre uno mismo, hacia un reconocimiento de la propia situación en el mundo y las capacidades que poseemos para trasformar la realidad. El fortalecimiento de un PENSAMIENTO CRITICO es el eje más importante en cualquier proceso psicoterapéutico, es herramienta fundamental de la consciencia. Incluso, los mejores psicólogos tratan de abstenerse de recetas preconcebidas, aprenden a caminar acompañando al otro a gestionar su vida. La vida puede ser lo más valioso que se posee, lograr posicionarse como sujetos y no como simples objetos de la realidad circundante y de la propia vida, dentro de un mundo que empuja a la alienación y el aislamiento, es a todas luces un acto revolucionario.

La psicoterapia como alienación al sistema.

Existe la idea (tal vez muy justificada) que la psicoterapia es la droga del sistema, un sistema de alienación dentro del sistema de alienación para formar personas “obedientes y felices con el estado de las cosas”. Pero eso depende justamente del marco de referencia del psicólogo. Quienes abogan sólo por el positivismo, quienes abogan SÓLO por “estados de tranquilidad”, quienes abogan por “caminar alegremente sin que importe nada más”, en resumen, quienes no reconocen la dualidad, incluso la multiplicidad de estados en la esencia humana, quienes pretenden ejercer el control de un proceso más que la propia persona a quien se atiende, probablemente responden, tal vez sin saberlo, a la intención de alienación.

La crisis, el cuestionamiento, la insatisfacción, los distintos impasses que atraviesa el ser humano a lo largo de la vida, suelen ser la semilla principal desde la que nace la transformación, el cambio, el crecimiento. El cambio en psicoterapia, suele sustentarse en dichos estados, el fortalecimiento de la persona implica aprender a vivir en ellos y ahí, en la misma incertidumbre, hallar no sólo la condición inevitable de la vida, sino el mismo sentido.

La autocrítica del terapeuta.

Uno de las grandes dificultades en psicoterapia (además de la resistencia de los sistemas al cambio (Bertalanffy, 1976)) es la incapacidad del terapeuta para observarse dentro del sistema al que pertenece (Von Forester, 1991) en ese espacio psicoterapéutico y en el propio mundo. La incapacidad para cuestionar su idiosincrasia, sus creencias, su intención de recetar sus propias fórmulas preconcebidas antes que propiciar la autocrítica, arriesgan a someter al otro a la propia concepción del mundo, por más beneficiosa o perjudicial que resulte, es dejar de ver al otro como sujeto y gestor de su propia vida, es repetir los patrones monárquicos que aún habitan nuestras sociedades que convierten a los de “menos poder en la estructura social” en objetos.

El activismo en el diván.

No hablamos aquí de adoptar una política o alguna creencia religiosa y empujar al individuo que recurre a la psicoterapia a abrazar nuestras propias concepciones. Hablamos de fortalecer en quién se acerca a la psicoterapia sus propios procesos críticos, la capacidad de cuestionarse y que la persona pueda llegar a sus propias respuestas. En la realidad política actual, esto representa un activismo y un posicionamiento, en especial para toda política que busca alimentarse de la alienación, de arrebatar la libertad, de desposeer al individuo de sus capacidades humanas básicas (como lo es la consciencia), y a las comunidades de su riqueza colectiva.

La educación para la libertad (Freire, 1971), el constructivismo y el personalismo cristiano en la filosofía, son bases de esta vertiente en psicoterapia. El “consultorio” no es un aula, pero se procura el pensamiento crítico, el crecimiento de sujetos y no de objetos de un sistema, se procura la libertad, reconoce la importancia de la persona y del amor, pero que no puede evitar manifestarse, no se queda sólo en en la individualidad, sino que se derrama hacia el reconocimiento del otro, hacia la colectividad que implica algo de uno mismo. Estos son también lineamientos que suelen cristalizar en la psicoterapia sistémica, tal vez aún sin intención.

Actualmente las problemáticas en nuestro país, principalmente la violencia, atraviesan al individuo, han cambiado los parámetros de lo que se consideraba paranoia, ya que ahora es un terror justificado. Estas problemáticas, si queremos solucionarlas, no pueden dejarse sólo en manos de instituciones o del mismo Estado, tampoco en la vulnerabilidad de lo individual. Sólo podemos hallar fuerza en la gestión comunitaria de nuestras necesidades, por las que nadie hablara más que NOSOTROS. Esos lasos colectivos, esa fortaleza de personalidades como alguien dentro de un mundo y un grupo, y no como algos, ese cerebro externo que conformamos todos (según mi re interpretación del término), son los lasos que se hallan rotos y que requieren urgentemente recuperarse.

Estas son sólo algunas de las problemáticas de nuestros tiempos, a la que la psicoterapia y la psicología pueden aportar: trabajando para el fortalecimiento del individuo y el favorecimiento de la regeneración del tejido social.

Psic. Ant. Adriana Morfín.

Si deseas conocer más sobre este tema, te recomiendo leer “Cambios modestos, grandes revoluciones. Terapia familiar crítica”, de Raúl Medina, editorial Imagia y compartir tu opinión.

Bartra, R. (2007). Antropología del cerebro: la conciencia y los sistemas simbólicos. México: FCE.

Berger y Lukmann T. (1994). La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorroutu.

Bertalanffy, L. V. (1976). Teoría general de sistemas. Fundamento, desarrollo y aplicaciones. México: 1976.

Freire, P. (1971). La educación como práctica de la libertad. México: Siglo XXI.

Laplanche, J. y. (1996). En J. y. Laplanche, Diccionalio de Psicoanálisis (pág. 118). Barcelona: Pidós.

Von Forester, H. (1991). Las semillas de la Cibernética. Barcelona : España.

 

DEL DÍA DEL PADRE Y LA LIBERACIÓN MASCULINA

 

En nuestro país la lucha por la liberación femenina ha sido objeto de mucha polémica, simplemente mencionar que una mujer quería ser libre era entendido (y aún ahora hay quien lo sigue entendiendo) como algo peligroso, la libertad sexual en la mujer se califica casi siempre como prostitución, el simple coqueteo abierto era visto como algo indebido que acreditaba al otro a proceder hasta donde quisiera, ya no digamos el simple vestir. También se entendió la búsqueda de la libertad en mujeres que eran madres como abandono y desnaturalización. Elegir luchar por la libertad de la mujer fue un camino lleno de escarnio y estigma social y en muchos sentidos aún lo sigue siendo.

En el sentido más simple y quizá menos contaminado de la liberación femenina, podemos comprenderla como el movimiento de mujeres que han tenido la capacidad de cuestionar los roles que la sociedad nos ha asignado, de preguntarse qué es lo que son o quieren ser y de emprender los caminos de libertad para poder decidir las cosas que cualquier ser humano adulto puede decidir por sí mismo, suelen ser mujeres que además tienen la valentía de asumir las responsabilidades  y retos que ello trae consigo.

Algunas mujeres no se han quedado buscando la libertad para sí mismas, sino que se han dado cuenta que es un camino que se puede hacer, y muchas veces es indispensable hacerse, en solidaridad con otras mujeres, porque las amenazas que están sobre la otra, fácilmente pueden estar sobre una, y creo que es, también,  por la propia capacidad solidaria y de trabajar en grupo que hemos adquirido a lo largo de este orden social. Esta es una lucha dura y compleja que muchas mujeres valientes desde las más notables y hasta las más humildes han librado y que nos han permitido vivir un momento mejor que el que ellas tuvieron, aún que el camino se vislumbra todavía largo.

Pero ¿Qué hay de la liberación masculina? Ellos, los entendidos masculinos ¿Son seres libres y privilegiados? Desde mi punto de vista, para los hombres la lucha por su libertad es más compleja por dos razones iniciales:

  1. Porque los supuestos privilegios que el hombre ha tenido hacen pensar que es un ser libre, que puede decidir, que puede ir, que puede hacer según su libertad y voluntad, que no está atado a nada.
  2. Porque entre los roles que se le asignan al hombre cabe poco la posibilidad de detenerse a cuestionarse sobre sí mismo como ser “masculino”, porque según la jaula de roles: “las mujeres nos fijamos en detalles, ellos son por naturaleza seres prácticos que no se detienen tanto en subjetividades de lo cotidiano”.

Poco se escucha que los hombres emprendan movimientos para cuestionar y desafiar sus ataduras. Y por ataduras “masculinas” entiendo tantas cosas, entre ellas: la prohibición a expresar más sentimientos que el enojo y la ira, se les prohíbe la ternura, la manifestación de dolor, hablar de sus dudas, del cansancio y del peso de su rol, cuestionar por qué les toca proveer en centavos y no el cuidado de los hijos,  por qué deben asumir el rol de conquistadores y es vergüenza ser conquistados, por qué la sociedad ve natural en ellos la violencia y la anima, por qué si son violentados ( más por mujeres) tienen mayor obligación al silencio y si hablan hay burla, por qué es su juguete el martillo o el coche y no una escoba o un juego de té, por qué una niña puede jugar con carritos pero hay más escándalo si un niño juega a abrazar y alimentar un muñeco, por qué ellos están más obligados a largas jornadas laborales poniendo la labor por encima de la vida, por qué la sociedad no descalifica que un padre esté lejos de sus hijos, pero no puede faltarles una madre, por qué algunos hombres no pueden verse al cuidado de sus propios hijos sin la presencia de una mujer. Y si seguimos, creo que haríamos una larga lista de cuestionamientos sobre las prohibiciones “invisibles” de ser y elegir que viven los hombres.

En un primer momento podemos pensar que los masculinos de este contexto suelen ser coptados y/o sobornados por los supuestos beneficios de su rol (de macho), que por ello no les preocupa o vislumbran algo más, pero a veces también pareciera que de alguna forma todos, en algún aspecto, estamos anestesiados ante los machismos, como si fuese una infección zombi pues parece que caminamos sin preguntarnos por qué ni para dónde.

Y cuando uno pierde la esperanza suceden cosas. En mi vida, tuve un don muy importante, el de tener un padre tierno que abrazaba y besaba a sus hijos, que jugaba con nosotros, que pacientemente escuchaba mis preguntas y mi mucho hablar, que me llevaba a su trabajo y platicaba conmigo de distintos temas de la vida. Pudo tener muchos defectos, pero un día me dijo que él quería que yo fuera libre como él, como cuando era joven y anduvo por aquí y por allá, y que con sus amigos se lanzó a la aventura de un viaje mochilero sin un peso en la bolsa. También tuve una madre que me pedía hacer las cosas por mí misma, que no esperara a que un hombre viniera a resolver y que se propuso que yo terminara la carrera que eligiera, y aun cuando ella venía de condiciones muy precarias, entre machismos y pobreza. También tuve ejemplos de mujeres y hombres que quedaron aplastados aceptando las depresiones de vivir atados a los supuestos de su cruz, hombres y mujeres que jamás enfrentaron ni cuestionaron “esas cruces”, y de otros tantos que desafiaron los límites de sus roles y circunstancias que fueron más allá de lo que su contexto les daba, que hasta sin saberlo abrieron y facilitaron el camino para muchos.

En ese sentido, puedo pensar que hay pequeños movimientos cotidianos por la libertad de ser quienes somos y ser respetados, por la libertad de soñar, por la libertad de emprender el viaje que cada quien decida, que la libertad es un don y una responsabilidad a la que todos tenemos derecho, pero que no se obtiene con sólo desearla, que hay que emprenderla con todos los retos, tal como otros hicieron.

Aprovechando la libertad de expresar emociones, en este mes del padre quisiera hacer de este texto una ofrenda especial por la libertad masculina, por el derecho a la ternura, por el derecho a decidirse por el cuidado de los hijos (si lo quieren), por el derecho a sentir, por el derecho a elegir sus roles, por el derecho a hablar, por el derecho al amor por sobre la violencia, por el derecho a ser la persona que son  y no la impuesta. Y quiero agradecer también a los hombres y mujeres que nos han maternado y “paternado” que con su ejemplo, respeto y obsequios de vida han dado a mí y a otros la posibilidad de la consciencia, de no sólo poder existir, sino de poder ser cada vez más uno mismo y elegir nuestros caminos…

Y no puedo terminar sin decir que en la vida de un hijo, la ternura y cuidado de una madre es un don especial de la vida, pero del mismo valor incalculable es la experiencia de la ternura y el cuidado de un padre.

 

PSIC. ANT. ADRIANA MORFÍN

CONTACTO: libegalicia@hotmail.com  o contacto@vidaypsicologia.mx

 

 

 

 

AMOR MATERNAL: MITOS Y PREVENCIÓN DE LA DEPRESIÓN

Una de las relaciones íntimas más fuertes, es la que ocurre entre madres e hijos. Las mismas condiciones biológicas implican una dependencia inicial entre la nueva vida y quien la gesta.

 

Sin embargo, y muy a pesar de lo asombroso que puede ser el momento del embarazo y el alumbramiento, no son necesariamente los que convierten a una mujer en madre. La protección, el cuidado, el apoyo, la responsabilidad en el crecimiento de esa nueva vida hasta lograr su independencia es lo que se denomina maternaje, es lo que define a una madre. Personalmente, no suelo usar la palabra maternaje porque  puede hacer pensar que sólo una mujer (madre) puede maternar, y para ser inclusivos  y justos, podemos decir más bien que quien asume las actividades de crianza y protección del nuevo ser puede llamarse madre y/o padre.

 

No siempre quien ha dado la vida cumple o puede cumplir estas funciones maternales, pero en la vida podemos encontrar parientes (abuelas, abuelos, tíos), e incluso personas sin un laso de sangre que se dedican a proteger, cuidar y acompañar el crecimiento de los niños, esas personas “nos maternan”, nos pueden aportar para satisfacer las distintas necesidades que tiene un ser humano en crecimiento.

 

Velar, cuidar, alimentar, atender, involucrarse en el crecimiento son actividades que pueden considerarse en sí mismas muestras de amor, el tipo de amor que hace posible que los seres humanos estemos aquí, el tipo de amor que implica un autosacrificio constante en pro de esa nueva vida.  Es en un inicio lo indispensable, pero el amor puede ser algo todavía más complejo.

 

No todos los padres y madres llegan a un alumbramiento listos para amar, pues su propia historia, lo amados que han sido, o el amor que han podido encontrar en sí mismos, es lo que posibilita el amor a los hijos. Y no todos los papás tienen una historia donde han sido amados o puedan reconocer y asumir sus capacidades de amar.  Por ello los hijos en sus necesidades nos reflejan constantemente nuestra realidad emocional y personal. El involucramiento profundo que implica maternar cuestiona nuestro ser entero.

 

Quien pueda ser valiente para reconocer los distintos sentimientos e intereses que tiene para con sus hijos, quien puede ver a los hijos en sus propias formas y libre de sus fantasmas pasados, quien sepa que todos los seres humanos tenemos una capacidad única de amar que podemos descubrir, tiene más posibilidades de llegar a amarlos, pues lo hace desde la claridad del reconocimiento de la imperfección, del momento y de sus propios recursos.

 

Sobre la marcha, un paso a la vez, vamos descubriendo cómo se expresa el amor a los hijos.  No se puede decir que se ama a los hijos y al mismo tiempo se es indiferente a sus necesidades vitales de alimento y protección, pero cada padre lo hace desde sus recursos personales únicos. Ninguna madre, ningún amor será perfecto, pero tal vez la forma perfecta de amar a un hijo y ser madre es precisamente dar lo mejor que hay en uno por esta tarea donde siempre hay nuevos retos.

 

En mi trabajo terapéutico he notado algunas falsas expectativas sobre lo que significa el “amor de madre”, que imposibilitan el rol materno, y algunas veces  causan confusiones que pueden generar problemas más graves como la depresión, la depresión post-parto y “pre-parto” y el síndrome bournet, entre otros. Algunos de ellos son:

  1. Que una madre no abandona, nunca “deja a sus hijos”, que es capaz de negarse a sí misma (abnegación) haciendo todo por ellos.

Las madres son seres humanos y simplemente es imposible que “estén siempre con el hijo” no pueden ser omnipresentes y ni siquiera sería saludable. Los mismos hijos necesitan espacio para crecer y descubrir lo que pueden hacer por sí mismos. Y las madres, para hacer un mejor trabajo, necesitan espacios personales y de descanso que los hijos pueden respetar o aprender a hacerlo. Esto también ayuda a los hijos a reconocer a su madre como un ser humano. Sirve a las mamás también reconocer sus propios límites y solicitar apoyo y ayuda cuando es necesario y eso no la hace menos madre, sólo humana y responsable.

  1. Desde el primer momento que se sabe de la existencia de un hijo o se le ve por primera vez, nace el amor por ese recién nacido.

Las circunstancias complejas de un embarazo, las hormonas, el shock de la noticia, la depresión post-parto y pre-parto, nuestra historia personal, son sólo algunas de las situaciones que influyen en la manera que sentimos ese nacimiento o su espera. No es cierto que en las madres haya un interruptor del amor que se enciende a penas se conoce a ese nuevo ser. En algunas puede ocurrir, pero no en todas es así. Y es importante tener la mente abierta en este sentido, pues los comentarios prejuiciosos, o la simple expectativa de algo que no sucede, puede hacer sentir culpables y depresivas a las madres que no lo experimentan. La maternidad es un rol que se puede digerir muy lento.

  1. Las madres quieren a sus hijos por igual.

Aunque mucho se diga, esto es algo que simplemente no puede ser. Cada hijo tiene su propia identidad, tiene un propio momento en la historia de una familia, y sólo estos dos hechos hacen que se le ame de una manera muy específica. El amor, en este caso, no se trata tanto de cantidad, “de querer más o querer menos”, sino de querer diferente. El amor maternal o paternal se mostrará en qué tanto hacemos por fortalecer y lograr la autosuficiencia de los hijos. Lo importante en este punto es la valentía para ser conscientes de nuestra manera de amar y hacer por los hijos y elegir lo que sea más justo para su crecimiento.

  1. Las madres dan ternura… los padres protección…, las madres nunca se alejan, los padres pueden hacerlo.

Algunas personas en verdad creen que algunas capacidades como la ternura o ese gran sentimiento de responsabilidad y permanencia con un hijo son propios de las mujeres, este hecho deja a las mujeres en posiciones muy difíciles y castra a los hombres de sus posibilidades de expresar su afecto en los términos que deseen. La tarea de cuidar a un hijo es de las más arduas y muchas madres pueden experimentar ganas de renunciar, de descanso de alejamiento, esto no las hace menos ni malas madres. Es un sentimiento humano que prácticamente cualquiera que realice una actividad tan extenuante puede experimentar. Y es sano para las madres tener grupos de amistades o profesionales donde puedan expresar su cansancio y la dificultad de la tarea, pues simplemente la crianza es la actividad humana de mayor calado, que más energía y atención solicita. Creer que la mujer debe sentir (por naturaleza) mayor responsabilidad deja a muchas mujeres en dificultades a la hora de negociar actividades con el padre de los hijos. Por eso es importante saber que las necesidades de ternura, cuidado, protección, alimentación, manutención, atención, afecto pueden ser satisfechas por hombres y mujeres y por todo ser humano adulto que lo desea, compartirlas simplifica la tarea. Lo importante a final de cuenta  es poder reconocer las necesidades básicas de esa nueva vida y aplicarse en conjunto o en lo individual para hacerlo.

 

En nuestra cultura y en casi todas, siempre encontrarás ideas históricas que pretenden decirnos lo que es bueno y lo que es malo, lo que es ser madre y lo que no, lo que es el amor de madre y lo que no lo es y muchos más preceptos. Estas ideas pueden ser una guía, pero también pueden contener muchos errores de su tiempo. Por ello es importante que definas tu maternidad desde ti misma y afrontes los retos que esta tarea trae sobre tí y tu identidad.  Existen algunos principios que la propia Psicología considera como definiciones de paternidad y maternidad, también son sólo una guía. Hablar y compartir sobre esta experiencia con amigas y personas que te aprecien es esencial para facilitarla.

Recuerda también que puedes inscribirte a grupos terapéuticos de madres como el que Vida y Psicología te ofrece, comunicate con nosotros y con gusto estaremos contigo.  Si deseas  más información relacionada con este artículo puedes leer:

RETOS EN LA MATERNIDAD Y PATERNIDAD DE HOY

 

EL NIDO VACÍO

 

El momento en que los hijos de una familia salen para hacer su propia vida, suele ser llamado NIDO VACÍO.

Uno de los propósitos importantes cuando se decide ser padre o madre es precisamente lograr que los hijos lleguen a ser independientes, autosuficientes y competentes para emprender su propia vida. Así que la partida de los hijos es una especie de culminación, es un éxito de la paternidad, la maternidad y la vida que un hijo comience a dar pasos por su propio pie.

El ideal es que poco a poco los padres e hijos puedan asimilar el cambio, tener el suficiente enfoque para enriquecer cada quien la propia vida e incluso experimentar orgullo y satisfacción al saber que ese hijo se ha consolidado como un adulto competente, en cierta forma es el momento donde muchos de los esfuerzos de la crianza encuentran sentido.

 

El asunto complicado es que en cada uno de los pasos que un hijo puede dar por sí mismo, puede experimentarse también un nuevo distanciamiento. En un momento dependen de nuestro cuerpo, cercanía y sostén, luego dan pasos que parecen alejarlos de nuestro vientre y de nuestros brazos. Por verlo de alguna manera podemos pensarlo como un largo parto, lleno de la felicidad de la nueva vida y del dolor de la separación que debe ocurrir para que realmente pueda generarse esa OTRA vida.

 

Los hijos que tienen más posibilidad de asimilar este proceso son:

  1. Los que han consolidado una identidad, reconocen su persona, sus limitaciones, tienen un proyecto de vida, han desarrollado habilidades para sostenerse y cuidarse: los que tienen una autoestima fuerte.
  2. Los que se han asumido realmente como hijos y viven ese rol, no intentan ser padres, educadores o cuidadores de sus propios padres, sólo hijos adultos.
  3. Han podido establecer una sana distancia respecto a la relación de pareja que sostengan o no sus padres.
  4. Los que logran generar una adecuada gratuidad con los padres (sin sobre-responsabilizarse), experimentan gratitud y saben encontrar los canales afectivos para expresarla.
  5. Los que han comprendido que la distancia física no significa necesariamente estar lejos de un padre, que en especial los padres y madres que han ejercido ese papel permanecen en la vida de los hijos aun cuando físicamente no estén.

Los padres que tienen más posibilidades de asimilar maduramente este proceso suelen ser:

  1. Padres que tienen una vida propia con proyectos más allá de la paternidad. Emprenden actividades que les generan bienestar, satisfacción y realización. Padres que aman la vida misma.
  2. Las parejas que tienen una vida conjunta más allá de los hijos, han trabajado por consolidar también una relación de pareja. Realizan actividades juntos y de intimidad, tienen buena comunicación y han alcanzado un sano compañerismo.
  3. Han ido asimilando el crecimiento de los hijos en etapas previa. Observan la autosuficiencia de sus hijos como un motivo de orgullo, se alegran y experimentan satisfacción al verle alcanzar nuevas metas.
  4. Saben que su papel ha sido nutrir y empujar una nueva vida, han reconocido y disfrutado la satisfacción de participar en ese propósito.
  5. Saben que su presencia y lo que han aportado acompaña a ese hijo más allá del tiempo y el espacio.

Todo este proceso no es sencillo y se va preparando desde el mismo momento en que se sabe de la existencia de un hijo. Es normal que al partir los hijos se experimente un desbalance, tal como ocurre en todos los cambios importantes, pero con tiempo y apoyados en una filosofía de colaboración con la vida se va asimilando con menos dificultad.

Sin embargo, las circunstancias humanas siempre son complejas y hay distintas causas que pueden empantanar este proceso. Si observas alguna dificultad para asimilar esta nueva etapa de la vida, no dudes en solicitar un acompañamiento psicológico.

 

Ant. Psc. Adriana Morfín

 

¿LA INCLUISTE EN TU LISTA DE PROPÓSITOS?

Como cada inicio de año es tradición desear para los demás y para nosotros mismos la aclamada trilogía, Salud, Dinero y Amor, sabemos que la más importante es la salud, ya que sin ella no disfrutaríamos de las otras dos, sin embargo, hay un tipo de salud que nos ayudará a que estos tres elementos se armonicen y nos lleven a la plenitud: la Salud Emocional.

Es un hecho cada vez más notable que lograr un estado de plenitud en todos los aspectos de nuestra vida está estrechamente ligado a la estabilidad emocional, pues las emociones y los sentimientos son una de las bases más importantes a partir de las cuales organizamos, priorizamos y decidimos nuestra vida.

Por lo tanto, este año que comienza, te proponemos destacar éste tipo de salud en tu lista de deseos y propósitos.

Hay muchos caminos que nos ayudan a mantenernos en buena forma emocional, sólo es cuestión de realmente comprometerse y elegir la o las maneras más accesibles e interesantes para nosotros.

Algunos ejemplos son:

SI TIENES ALGÚN INTERÉS

 

Artístico

 

 

 

TE PUEDE SERVIR

 

Pintar, bailar, cantar, cocinar, hacer artesanías, etc.

 

Intelectual Leer, escribir, asistir a conferencias, tomar clases de algún tema de interés, etc.

 

Deportivo Caminar, nadar, correr, practicar deportes de conjunto, etc.

 

Espiritual Meditar, orar, asistir a la iglesia, estar en contacto con la naturaleza, irse de retiro, etc.

 

Social Pasar tiempo en familia, salir con amigos, asistir a clubes de lectura, de viajes, etc.

 

Las anteriores sólo son algunas de las muchas actividades que si realizas con frecuencia y conciencia te ayudarán a mantenerte conectado con tu ser emocional, te darán momentos de paz mental, y mejorarán tu autoestima, ya que estas actividades ayudan al la exploración, descubrimiento y expresión de tu identidad, la fortalecen y te llevan a un mayor conocimiento y satisfacción sobre ti mismo e incluso favorece la calidad de tus relaciones.

Si en los niños el juego plenifica y fortalece su crecimiento, algunas de estas actividades pueden considerarse como formas de juego adultas que igual favorecen nuestro desarrollo, reducen el estrés y te permiten realizar actividades diarias con menor dificultad.

No obstante, sabemos que en la vida hay situaciones que requieren de una atención especial y apoyo profesional, para lo cual te recomendamos acudir con tu psicólogo de confianza, el cual te orientará a manejar de la mejor manera el proceso por el que estés pasando.

En Vida y Psicología te deseamos sinceramente lo mejor para este año que comienza y estaremos encantados de apoyarte a lograr tus objetivos desde nuestra área de experiencia que es la Salud Mental y Emocional.

 

¡Feliz 2019!

Lic. Psic. Martha Sofía Noriega Martínez

¿POR QUÉ LA DEPRESIÓN NAVIDEÑA? ¿CÓMO AFRONTARLA?

Como en todas las situaciones humanas, la depresión navideña tiene múltiples causas, pero hay una más común que tiene que ver con el mismo significado de esta celebración, me explico. Si usted preguntara en las calles qué es la Navidad, si pone atención a los medios de comunicación y lo que nos dicen que significa esta fecha, muy probablemente encontraría tres respuestas principales:

  1. Navidad es una época para reunirse con la familia y los seres queridos;
  2. Es una época de amor, alegría, “dicha y felicidad”;
  3. Es una época de dar y recibir.

Podremos encontrar otras respuestas, pero si escuchamos atentamente, estas son las más comunes, son los significados más dominantes de esta celebración.  Pero ¿Qué pasa si, al llegar estas fechas, tenemos problemas familiares, o familiares ausentes? ¿Qué pasa si en nuestro corazón no sentimos amor, alegría, dicha, ni felicidad? ¿Qué pasa si “no tenemos para dar” o sabemos que no recibiremos algo que deseamos? Es como si la Navidad llegara para cuestionarnos cómo nos va en nuestras relaciones con otros, a quiénes tenemos con nosotros, lo que tenemos y no tenemos y hasta lo que sentimos, y que, si no coincidimos con lo que se espera de estas fiestas, algo anda mal, entonces, la tristeza, la frustración, las molestias o el dolor se vuelven más grandes que en otros momentos del año.

Para sobrepasar el peso de esas fiestas, primero hay que saber que no somos raros por sentir diferente, por no ir “con el espíritu de las fiestas”, ya que, por un lado, estamos ante un balance casi inconsciente de nosotros mismos, un chapuzón muy condensado de preguntas sobre lo que somos, tenemos o no; por el otro, a punto de dar un salto al chapoteadero familiar con todo y su amor, pero también con todo y sus posibles conflictos; y finalmente a ante un principio que nos dice que dar o recibir amor y cariño es ir y comprar “un buen regalo”.

Antes que nada, debemos saber que sentir tristeza no necesariamente es estar deprimido o estar enfermo, la tristeza, el enojo y sentimientos como estos, son usuales y hasta indispensables para la vida. Y, con la fuerza de la sociedad, intentar pasar las fechas sin cuestionarse es muy difícil, a veces cuando intentamos no cuestionarnos, las emociones se encienden automáticamente casi con encender los foquitos de un árbol o con leer la palabra “Diciembre” en el calendario. Por ello es más conveniente aprovechar este tiempo para hacer una reflexión consciente, saber cómo estamos, alegrarnos por los logros, aceptar lo que requiere aceptarse, y ver hasta dónde podemos resolver las dificultades presentes. Es preferible apropiarnos del período de reflexión y asumirlo, antes de sucumbir ante un mar de cosas inexplicables.

En cuanto a la convivencia, toda reunión puede traer alegría y gusto, pero también los sin sabores de las diferencias familiares o amistosas que son simplemente inevitables en cualquier relación humana. Pero a más asuntos sin resolver entre los miembros de una familia, o con los seres queridos, hay más probabilidades de terminar en conflicto navideño. Por ello, convienen no dejar juntar demasiados conflictos sin solución, y si ya los tenemos, no abrumarnos queriendo resolverlos todos antes de las doce de la noche, los problemas tienen su tiempo natural para resolverse. Algunas familias pueden lograr pausarlos, hacer a un lado sus diferencias por un momento para disfrutar las fechas, otras no y más conviene elegir a consciencia cómo y dónde podemos pasar las fiesta en paz.

Si en tus manos no hay el dinero que quisieras para comprar los obsequios que deseabas, recuerda que hay obsequios tan caros que ni siquiera pueden comprarse con dinero: la presencia, el abrazo, el juego, las palabras, los detalles de cariño, las bendiciones, los buenos y sinceros deseos, son esos regalos que no se compran y  hay personas que más reciben y necesitan de este tipo de obsequios que del más caro del mercado. Así que lo más probable es que en tu persona siempre haya algo valioso para dar, claro, si es lo que quieres.

A final de cuentas te puedo decir, que la celebración Navideña tiene los aspectos de los rituales humanos: siempre significan dar un paso de un estado inicial, hacia otro, por ello implican cambio y transformación. Así que conviene más entrar conscientemente a la reflexión, al análisis y a partir de ello elegir las maneras en que creemos más conveniente vivir  y compartir las fechas, caminando con el espíritu más sano de ellas: EL AMOR. Y si el amor es en verdad lo que define la celebración, entonces el cambio significa pasar esas fechas aprendiendo algo más sobre darlo y recibirlo. Recuerda que el amor es un misterio de muchas caras y formas, pero ese es un tema requiere una revisión que tendremos que hacer en otros artículos.

Si pasamos por dificultades muy importantes y significativas, estas fechas pueden potencializar nuestro sentir, si requieres de apoyo, es una época excelente para iniciar una auto-exploración psicológica. Contáctanos.

Hoy, el equipo Vida y Psicología y el Centro de Especialidades Psicopedagógicas, te desea una plena y feliz Navidad.

Psic. Ant. Adriana Morfín.

DESARROLLO Y CAMBIO EN LA FAMILIA

La evolución y los cambios son inherentes a la familia, pues interactúa en un contexto lleno de estímulos y cambios continuos.

La familia se relaciona con su comunidad y tiene una historia larga que evoluciona constantemente, lo cual resulta útil para entender a la familia a través del tiempo.

Para esto, también hemos de remitirnos al concepto de Ciclo Vital, el cual fue formulado en la década de 1970 y fue utilizado por primera vez en la sociología de la familia.

De acuerdo al concepto de Ciclo Vital, el desarrollo de la familia transcurre por etapas que siguen una progresión de complejidad creciente con periodos de equilibrio y adaptación, caracterizados por el dominio de las tareas y aptitudes pertinentes por cada etapa. Hay también períodos de desequilibrio originados en el individuo o en el contexto y la consecuencia de éstos es el salto a un estadío más complejo en que se elaboran tareas y aptitudes también nuevas.

El ciclo vital ha sido dividido en etapas que varían dependiendo la versión que proporcione el autor, para Ochoa las etapas son las siguientes:

-El contacto: Que comprende la primera etapa para la formación de una nueva familia y se refiere a cuando la pareja se conoce.

-El establecimiento de la relación: Se trata de la fase en que la pareja se va consolidando como relación y en la que se van creando una serie de expectativas y una primera definición de la relación.

-Formación de la relación: Es la fase en que la relación adquiere un carácter formal. Generalmente, en este punto, las familias de origen de la pareja tienen una gran influencia en el desarrollo posterior de la misma.

-La “luna de miel”: En esta fase se inicia una etapa de compartir su nueva vida a un nivel más profundo, por lo que se requieren negociaciones nuevas respecto a las funciones y la convivencia, como el grado de intimidad emocional y sexual, la naturaleza de los límites que regulan la relación entre ellos y con sus familias de origen, sus amigos, sus mundos de trabajo, el vecindario y otros contextos importantes.

-Creación del grupo familiar: Algunos autores manejan esta fase con una serie de etapas por separado; aquí se proponen de forma condensada, implicando lo que otros autores llaman las fases de la familia con hijos pequeños, con hijos adolescentes y con hijos en edad de casarse o salir del hogar. Esta fase requiere una serie de ajustes y aprendizajes que dependen de los requerimientos de cada subfase y del cumplimiento con los roles necesarios; roles que van desde el cuidado y la crianza de los hijos hasta el funcionamiento familiar en conjunto, que obliga a que los cónyuges desarrollen habilidades de negociación, de comunicación y de fijación de reglas, así como conservar un espacio de intimidad y mantenimiento para la misma pareja.

-Cuando los hijos dejan el hogar (también conocida como el síndrome del nido vacío): cuando los hijos se emancipan, los padres han de retomar su relación como pareja, la cual se ha encontrado mediatizada por los hijos durante todos esos años. Aquí se presentan problemas que enfrentar, como son la jubilación, la separación o muerte de seres queridos y la suya propia; en casos de existir deterioro físico y/o psíquico, los roles de cuidado se invierten, de modo que son los hijos los que tienen que hacerse cargo de sus padres enfermos, o alguno de los cónyuges cuando presenta buenas condiciones para ello.

Si deseas atención para tu familia o relación de pareja para facilitar la transición de una etapa a otra o resolver las tareas propias de una de esas fases puedes contactarnos para una cita.

 

MTF. María de Jesús Orozco Rivera

Si te interesa seguir leyendo de este tema u otros sobre la familia, sigue nuestras publicaciones bimestrales.

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