LA PSICOTERAPIA COMO ACTIVISMO SOCIAL

Generalmente se entiende a la psicoterapia como un ejercicio apolítico, sin credo ni filiación. Nada más lejos de la realidad, ya que la psicoterapia desde su nacimiento ha representado también un inevitable posicionamiento socio-político-cultural y filosófico. Por ejemplo, decir que la mujer envidia el pene (Laplanche, 1996) es un posicionamiento cuasi político, explicarlo como una simple envidia, hacer una disertación de su conformación, y no observarlo como un hambre de equidad y reconocimiento de género, es una expresión del machismo que habita en el mismo marco cultural y de pensamiento de quien analiza ese fenómeno. Y ese es sólo un ejemplo. Otro más acorde a este artículo es el de la psicología norteamericana que ha influido fuertemente en la manera de hacer psicoterapia en México. En este sentido, algunos enfoques, o unos más marcados que otros, han priorizado la importancia del individuo como un sujeto prácticamente autosuficiente, y en su lado más extremo interpreta la necesidad de pertenencia a grupos como una dependencia. Tampoco queda libre de pecado aquella psicoterapia que aboga completamente por la formación de comunidad por encima de los intereses individuales.

Desde mi punto de vista, la psicología tiene en este momento una disyuntiva entre las fuerzas que apuntan hacia la individuación como única reina y señora de la salud, o la colectividad. Pero es una disyuntiva sólo en apariencia, porque tal vez se trata de dos pasos de lo que debería ser un mismo proceso. El fortalecimiento individual, o lograr que la persona pueda diferenciarse y reconocerse como alguien diferente y similar a los demás, es sólo el primer paso. La psicoterapia no puede culminar ahí, debe pasar por ese tramo, pero se corona en el logro del reconocimiento del otro como un igual, como “alguien” diferente, pero con igualdad en dignidad, con quien podemos y necesitamos aprender a convivir. Ni siquiera es posible construir una identidad sin la experiencia de uno mismo con otros (Berger, 1994), esto puede indicar que a veces la línea entre lo individual y lo colectivo no existe del todo, como si hubiera un limbo donde ambas confluyen y no es una sin la otra.

El enfoque sistémico dentro de la psicoterapia, ha aportado mucho a este respecto, aunque aún queda mucho por saber. La salud psíquica está inmersa en las relaciones que establecemos. Y, por otro lado, la trasformación social implica ejercer la individualidad tanto como aprender a ejercer la fuerza de la colectividad. Sabemos que tenemos un cerebro que es individual, pero de hecho hay quien consideran la existencia de un exo-cerebro (Bartra, 2007) y postula que las funciones mentales importantes se habilitan o potencializan sólo en los procesos de socialización.

Los problemas actuales de violencia en México entre otros tantos problemas en el mundo, así como la conexión mundial a través de nuevos sistemas de comunicación, requieren el trabajo en esta dialéctica: el fortalecimiento de la individualidad y de la colectividad.

El pensamiento autocrítico.

La mayoría de los enfoques en psicoterapia empujan hacia la formación o crecimiento de un pensamiento autocrítico, cuando el psicoterapeuta pregunta ¿Usted qué piensa? ¿Cómo ve tal situación? ¿Qué soluciones se le ocurren? Apunta hacia la reflexión sobre uno mismo, hacia un reconocimiento de la propia situación en el mundo y las capacidades que poseemos para trasformar la realidad. El fortalecimiento de un PENSAMIENTO CRITICO es el eje más importante en cualquier proceso psicoterapéutico, es herramienta fundamental de la consciencia. Incluso, los mejores psicólogos tratan de abstenerse de recetas preconcebidas, aprenden a caminar acompañando al otro a gestionar su vida. La vida puede ser lo más valioso que se posee, lograr posicionarse como sujetos y no como simples objetos de la realidad circundante y de la propia vida, dentro de un mundo que empuja a la alienación y el aislamiento, es a todas luces un acto revolucionario.

La psicoterapia como alienación al sistema.

Existe la idea (tal vez muy justificada) que la psicoterapia es la droga del sistema, un sistema de alienación dentro del sistema de alienación para formar personas “obedientes y felices con el estado de las cosas”. Pero eso depende justamente del marco de referencia del psicólogo. Quienes abogan sólo por el positivismo, quienes abogan SÓLO por “estados de tranquilidad”, quienes abogan por “caminar alegremente sin que importe nada más”, en resumen, quienes no reconocen la dualidad, incluso la multiplicidad de estados en la esencia humana, quienes pretenden ejercer el control de un proceso más que la propia persona a quien se atiende, probablemente responden, tal vez sin saberlo, a la intención de alienación.

La crisis, el cuestionamiento, la insatisfacción, los distintos impasses que atraviesa el ser humano a lo largo de la vida, suelen ser la semilla principal desde la que nace la transformación, el cambio, el crecimiento. El cambio en psicoterapia, suele sustentarse en dichos estados, el fortalecimiento de la persona implica aprender a vivir en ellos y ahí, en la misma incertidumbre, hallar no sólo la condición inevitable de la vida, sino el mismo sentido.

La autocrítica del terapeuta.

Uno de las grandes dificultades en psicoterapia (además de la resistencia de los sistemas al cambio (Bertalanffy, 1976)) es la incapacidad del terapeuta para observarse dentro del sistema al que pertenece (Von Forester, 1991) en ese espacio psicoterapéutico y en el propio mundo. La incapacidad para cuestionar su idiosincrasia, sus creencias, su intención de recetar sus propias fórmulas preconcebidas antes que propiciar la autocrítica, arriesgan a someter al otro a la propia concepción del mundo, por más beneficiosa o perjudicial que resulte, es dejar de ver al otro como sujeto y gestor de su propia vida, es repetir los patrones monárquicos que aún habitan nuestras sociedades que convierten a los de “menos poder en la estructura social” en objetos.

El activismo en el diván.

No hablamos aquí de adoptar una política o alguna creencia religiosa y empujar al individuo que recurre a la psicoterapia a abrazar nuestras propias concepciones. Hablamos de fortalecer en quién se acerca a la psicoterapia sus propios procesos críticos, la capacidad de cuestionarse y que la persona pueda llegar a sus propias respuestas. En la realidad política actual, esto representa un activismo y un posicionamiento, en especial para toda política que busca alimentarse de la alienación, de arrebatar la libertad, de desposeer al individuo de sus capacidades humanas básicas (como lo es la consciencia), y a las comunidades de su riqueza colectiva.

La educación para la libertad (Freire, 1971), el constructivismo y el personalismo cristiano en la filosofía, son bases de esta vertiente en psicoterapia. El “consultorio” no es un aula, pero se procura el pensamiento crítico, el crecimiento de sujetos y no de objetos de un sistema, se procura la libertad, reconoce la importancia de la persona y del amor, pero que no puede evitar manifestarse, no se queda sólo en en la individualidad, sino que se derrama hacia el reconocimiento del otro, hacia la colectividad que implica algo de uno mismo. Estos son también lineamientos que suelen cristalizar en la psicoterapia sistémica, tal vez aún sin intención.

Actualmente las problemáticas en nuestro país, principalmente la violencia, atraviesan al individuo, han cambiado los parámetros de lo que se consideraba paranoia, ya que ahora es un terror justificado. Estas problemáticas, si queremos solucionarlas, no pueden dejarse sólo en manos de instituciones o del mismo Estado, tampoco en la vulnerabilidad de lo individual. Sólo podemos hallar fuerza en la gestión comunitaria de nuestras necesidades, por las que nadie hablara más que NOSOTROS. Esos lasos colectivos, esa fortaleza de personalidades como alguien dentro de un mundo y un grupo, y no como algos, ese cerebro externo que conformamos todos (según mi re interpretación del término), son los lasos que se hallan rotos y que requieren urgentemente recuperarse.

Estas son sólo algunas de las problemáticas de nuestros tiempos, a la que la psicoterapia y la psicología pueden aportar: trabajando para el fortalecimiento del individuo y el favorecimiento de la regeneración del tejido social.

Psic. Ant. Adriana Morfín.

Si deseas conocer más sobre este tema, te recomiendo leer “Cambios modestos, grandes revoluciones. Terapia familiar crítica”, de Raúl Medina, editorial Imagia y compartir tu opinión.

Bartra, R. (2007). Antropología del cerebro: la conciencia y los sistemas simbólicos. México: FCE.

Berger y Lukmann T. (1994). La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorroutu.

Bertalanffy, L. V. (1976). Teoría general de sistemas. Fundamento, desarrollo y aplicaciones. México: 1976.

Freire, P. (1971). La educación como práctica de la libertad. México: Siglo XXI.

Laplanche, J. y. (1996). En J. y. Laplanche, Diccionalio de Psicoanálisis (pág. 118). Barcelona: Pidós.

Von Forester, H. (1991). Las semillas de la Cibernética. Barcelona : España.

 

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